De la escultura al cuerpo.
Autor: Juan Carlos Peña.
Mi primer acercamiento serio al Aikido fue hace poco más de diez años, cuando hice la escultura kote gaeshi con O Sensei y Shimizu Sensei. Ya había visto un poco las prácticas, pero fue con este trabajo que tuve que poner más atención a ciertos detalles. La estética de ciertas técnicas me encantó.
Algunos años después se juntaron un par de acontecimientos que me llevaron a decidirme por el inicio en la práctica del Aikido.
Al principio muy repetitivo: ukemis todo el tiempo acompañados de algunos movimientos básicos mal hechos. Después memorizar algunos pasos para realizar con extrema rigidez y mucha fuerza algunas técnicas. Muchas llamadas de atención de mi maestra, que no solían ser muy amablemente aceptadas por mi persona. Pero siempre he sido terco y empeñado, así que he permanecido en el intento de mejorar cada día. Y sí, aunque sea a pasos sumamente lentos va uno mejorando y comprendiendo poco a poco, de mejor forma las técnicas y el significado del Aikido. Han pasado poco más de seis años en mi práctica. Apenas empiezo a armonizar. Todavía cometo muchísimos errores, en las técnicas, en los ukemis, en la comprensión del Aikido. Pero a cambio de todo ello he aprendido a disfrutar los Keikos, tanto con compañeros avanzados como con compañeros principiantes, a menudo se aprende más con estos últimos. Cuando creemos que ya tenemos más o menos dominada una técnica nos damos cuenta que no todos reaccionan como queremos. Avanzar en el Aikido también nos enseña a observar, a estudiar y a solucionar diferentes problemas, la práctica es integral. Poco a poco el Aikido se ha convertido en uno de los pilares de mi vida, pero en un pilar sobre el cual resulta muy placentero apoyarse.