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Aikido en tiempos del corona virus o el amor en los tiempos del cólera.

Autor: Raymundo Fortuny


Hace unos días estaba chateando -ya que a uno no le es posible reunirse ni con su propia sombra- con un colega con el cual practicaba Aikido. Y me hizo ver una gran verdad, el Budo es algo personal, es algo muy íntimo. Es un camino personal que te cambia desde las raíces. Llegas al Dojo con una idea muy equivocada de lo que es verdaderamente el Aikido.

Mi primer clase de Aikido fue cuando salía de la prepa hace unos 30 años. Fue algo que me sedujo al momento y desde ese entonces sabía que sería algo que me acompañaría toda la vida. En aquél entonces lo dejé como muchas otras cosas. Lo dejé para aprender otras tantas cosas que te seducen en la vida: una profesión, un amor, un desafío... Y no me arrepiento de dejarlo y retomar, es más creo que fue el camino perfecto para mi, he aprendido más haciéndolo de esta manera. Bien dice Sensei, Kenji Shimizu fundador del estilo Tendoryu; en la vida uno viene a aprender. Uno viene a aprender muchas cosas: a cocinar, a valerse por si mismo, a ser padre, hermano, hijo, a entender tantas cosas de este maravilloso universo, y eso lleva tiempo. “Uno no aprende con los años, aprende con los daños”.

Al platicar con este colega entendí otra gran verdad del Aikido, los grados son significativos, ya que uno puede entrenar con un niño o con un adulto mayor de la misma manera, lo que importa es la sincronía y la empatía y si bien nos va acrecentar el Kimochi y evolucionar en el camino del KI.

Ahora en los tiempos del Covid hemos tenido de renunciar involuntariamente a la práctica en el Dojo (aunque el Aikido sea experiencia) sin embargo he desarrollado esa otra parte esencial del Aikido que es la cotidiana. La

manera de encarar un nuevo día, de ser amables en tiempos inciertos, de buscar siempre la verdad a pesar de la negligencia de “los” otros. Recientemente en una tanda de preguntas y respuestas volvió a salir la eterna cuestión de si el Aikido serviría en caso de una confrontación callejera. Ahora lo tengo muy claro, el Aikido es invencible, el legado de O Sensei es universal porque trasciende al cuerpo y a la mente y se unifica con el espíritu. Es un concepto muy superior que requiere diligencia y paciencia. Acá no hay errores sólo aprendizaje.

En estos tiempos de cólera hay que amar algo, aunque sea las prácticas en Zoom.


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