Confesiones
Los últimos días no han sido fáciles, encontrar el modo de mejorar en Aikido es un camino complejo y lleno de paradojas, el entrenamiento en si es una paradoja.
Todo el tiempo le lanzan a uno una serie de indicaciones que son como Kōanes Zen: “no sólo hay que moverse, se deben conectar los movimientos con la mente” ≠“no pienses”, “No repitas mecánicamente las técnicas” ≠“para poder hacer la técnica bien debes repetir 100 o 1000 veces”, “mantén todo el tiempo el cuerpo alerta y listo” ≠“relaja el cuerpo”…
…Y ya no mencionemos las simples limitantes de no entender el idioma.
Las molestias físicas son una constante, esa lesión del codo se ha ido extendiendo a lo largo del brazo como si quemara por dentro y mi cadera cada vez se asemeja más a una bisagra vieja y oxidada, si me concentro en el dolor físico, terminar el Keiko se vuelve un suplicio, así que he optado por darlo por sentado, algo que está ahí y seguirá ahí. A veces en la intensidad de la práctica simplemente desaparece, cómo esas historias en donde cuentan como la adrenalina hace reaccionar a la gente en situaciones extremas, al grado incluso de no sentir en el momento fracturas o heridas graves.
¿Será que el dolor físico se puede controlar con la mente? No sé hasta donde, pero en mi caso no lo he logrado y si a todo le agrego un malestar estomacal perenne (mis parásitos intestinales no simpatizan con los bichos japoneses) no hay poder mental que ayude. Lo realmente arduo es cuando sabes que debes enfocarte al 100% en la práctica, cuando todos tus sentidos deben estar ahí e incluso tratar de proyectar algo más, ese algo más que se debe proyectar en Aikido.
Uno si se puede “bajonear” en el proceso, y a ratos llega la autocompasión a dar vueltas como mosquito cuando uno pasa tanto tiempo solo sin “feedback”, cuando uno piensa, “estoy invirtiendo mis ahorros, mi tiempo, descuidando trabajo, familia, metiéndole una chinga al cuerpo y ¿para qué? ¿A quién le importa?, ¿realmente voy a lograr mejorar?”
Realmente admiro a los maestros del Tendokan, tienen una impresionante capacidad física y mental, de Shimizu Sensei ni hablar, basta un movimiento pequeño para hacerlo a uno reaccionar y sentir eso que llaman KI.
A lo largo del tiempo que llevo entrenando he pasando por distintos estados físicos, mentales y emocionales, pero algo que nunca he logrado es tener confianza en mi misma, cuando veo a muchos practicar puedo sentir esa naturalidad que da la seguridad, yo no la tengo, incluso a veces siento que conforme más pasa el tiempo más grande se hace el abismo entre lo que hago y lo que quisiera lograr, o lo que entiendo por Aikido.
Hace unos días durante el Keiko, Shimizu Sensei se acercó y me dijo “no basta con hacer los pasos, hay que proyectar el KI” y me di cuenta de todas las cosas que en mi mente y en mi cuerpo me distraían de lograr eso. Cada vez se hacen más altos los escalones y más arduos de alcanzar.
Reconozco que en este punto tengo miedo, tengo miedo de estancarme y al estancarme no poder transmitir más a mis alumnos, tengo miedo de no encontrar respuesta a cómo desarrollar el KI, tengo miedo de que el dolor físico un día gane la batalla y me haga desistir, tengo miedo de no poder subir el siguiente escalón.
Pero bendita necedad… al mismo tiempo reconocer todo eso me da coraje, me da ímpetu para intentarlo y me digo a mi misma que usaré mi miedo para estar más alerta y no para esconderme, que mi falta de autoconfianza va a ser el estímulo para seguir creciendo y no la comodidad para sentarme sintiendo que ya lo sé todo, que el dolor físico no será un paralizante sino el recordatorio de que estoy viva y tengo un cuerpo que experimenta e identifica como funcionan las técnicas; y vengan todas las paradojas, porque trataré mil veces conectando todo mi ser, con movimientos sinceros y no automáticos, hasta que se vuelva algo natural con un cuerpo que fluya relajado pero en constante alerta y quizás, quizás un día logre desarrollar eso que llaman KI, (cuando eso suceda… Nagai Sensei no va a saber como le llegó el atemi :P).