MI MAESTRA DE AIKIDO O LA PASIÓN DE SEIRENKAN.
Por Juan Carlos Peña
El 22 de noviembre de 1997 contraje nupcias con la mejor persona que pude haber encontrado para compartir mi vida.
Tres o cuatro años después, esta gran mujer inició su camino en el Aikido. Su padre, un hombre extraordinario, le había platicado de este arte marcial, recalcando que era desde su punto de vista el mejor, pues buscaba la superación integral de la persona y se basa en la no violencia. Lorena encontró un grupo de Aikido Tendoryu en Coyoacán.
Mientras yo practicaba un deporte bastante más violento, ajedrez, ella iba cada día más apasionada a su clase de Aikido. En varias ocasiones buscaba yo, llegar por ella antes del final del keiko, con la intención de verla siempre contenta practicando esta disciplina. Poco a poco se iba forjando en mí un interés por este mismo Budo.
En 2004, Lorena hizo su primer viaje a Japón, para conocer el Tendokan, el dojo central de Tendoryu en Sangenjaya. Era tanta la emoción que tenía por ir, que me convenció de hacerle una escultura para su Sensei, Kenji Shimizu. Recuerdo el relato de Lorena sobre el peso de la maleta y la reacción que este peso causó en uno de los maestros del dojo.
Años después Lorena recibió su primer dan, unos años más tarde, el segundo dan. Lorena estaba tan apasionada con el Aikido Tendoryu que decidió abrir su propio Dojo. Se le presentó una oportunidad en casa Xitla. Una vez más, mientras ella esperaba con perseverancia la llegada de algún posible estudiante, yo me iba a jugar ajedrez en línea. Finalmente, tras tres semanas de hacer ukemis solita, apareció el primer estudiante. Unos días después el segundo y el tercero. Creo que su primer grupo de estudiantes era de tres o cuatro personas. Yo la veía siempre llegar a tiempo y con entrega a sus clases. Ajustar el tatami, barrer y trapear el lugar, limpiar los baños. Yo procuraba ayudarla con estas labores, pues no me gustaba ver que lo hiciera ella sola. Casi al final de ese primer año, el destino me integró por completo al Aikido. El ajedrez es un juego muy violento, con mucho ego que suele romper las amistades. Dejé de jugarlo y pasé a ser alumno de Lorena. ¡Pobre Lorena! Estoy seguro que he sido uno de los más necios de sus estudiantes.
Transcurría el tiempo y el número de estudiantes crecía. Hubo momentos en que algunos de los compañeros y maestros de Coyoacán ayudaban a Lorena con las clases. Ella siempre buscaba mejorar su Aikido y eso la llevó a hacer varios viajes a Japón. Por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, fue imposible continuar impartiendo las clases en casa Xitla. Buscamos rentar algún sitio, pero las rentas eran altísimas y por supuesto las cuotas de los estudiantes no alcanzaban ni para la mitad de la renta. Yo recuerdo haberle planteado que se cerrara el dojo, pues parecía no haber forma de continuar.
Fue entonces cuando la audacia y el empeño de Lorena se dejaron ver de súbito: - Construyamos el dojo en la casa me dijo.
Mi primera reacción fue negativa, pues tendríamos que modificar por completo la casa. Me quedaba claro que nuestra casa no estaba diseñada para echarle otro piso. Pero su insistencia me convenció de buscar alternativas. Finalmente, lo hicimos. El mayor soporte anímico y económico fue de Lorena, aunque yo también puse lo que pude.
La casa se convirtió en un desastre mientras se construía el dojo. En casa Xitla se deterioraban nuestros tatamis cada vez que dábamos clase, pues teníamos que ponerlos y quitarlos cada día. El lugar se rentaba para otros usos. Varias veces me sentí arrepentido y espantado por lo que estábamos haciendo. Pero el empeño de Lorena superaba cualquier cosa. ¡Por fin, llegó el día de la inauguración!
La primera recompensa para Lorena fue ver a sus alumnos felices. La increíble labor de Lorena continuaba. No tienen idea cuántas veces he agradecido en mis pensamientos el vigor de Lorena. Esa pasión que nos ha trasmitido a todos sus estudiantes, a veces más, a veces menos. Pero muy fortalecida en quienes persistimos. Con mucha emoción recibimos el nombre del dojo por parte de Kenji Shimizu Sensei. Seirenkan nos fue dado como nombre de pila, el lugar donde se da forma.
Sólo puedo decir que todo este trabajo, toda esta entereza ha venido de una sola persona, Lorena, a quien agradezco en el alma que sea la mitad de mi persona. He visto y compartido una buena parte de tus muchas horas a la semana que enseñas y buscas mejorar. A dónde tú vayas, lo que tu decidas, siempre estaré contigo, con mi extraordinaria maestra de Aikido.
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